Hace poco, tuvimos la oportunidad de conocer videos que circularon por las redes, a través de los cuales, se informaba al país de la decisión tomada por el alcalde de Duitama, Boyacá, de eliminar, entiéndase tumbar, la estatua erigida en esta población en favor del torero colombiano Cesar Rincón.
Al acto público, convocado por el alcalde, asistió la Senadora Esmeralda Hernández y el director del DPS Gustavo Bolívar, quienes celebraban con el alcalde, la ejecución del acto “simbólico”, con el cual, se empezaban a eliminar todo tipo de exaltaciones, a lo que para ellos no es más que un ejercicio de violencia y tortura.
La situación no pasó desapercibida, pues a través de diferentes medios de comunicación se hizo el despliegue de dicha noticia, escenarios estos que algunas personas aprovecharon para manifestar su inconformismo, como en el caso de José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán, quien califico de “don nadie” a quien lideró la tan absurda idea en Duitama; por querer hacerse famoso a nombre de Cesar Rincón, un hombre que como él mismo lo dice, lo único que este le dio al país, fue gloria.
Llamó poderosamente la atención que la tumbada de la estatua fue un asunto de segundos, mientras la organización de las cámaras, los ángulos y las disposiciones de los concurrentes, eran milimétricamente ordenadas atendiendo la clara exposición de uno de los importantes invitados que advirtió que el acto debía salir bien, toda vez que la gente quería un buen show, lo que nos permitió advertir que la tumbada de la estatua era la función central del circo montado para ese día.
Circo en el que al parecer, nada tuvo que ver el gobierno del presidente Petro, pues según lo informó, Gustavo Bolívar, director de Prosperidad Social, era un acto que debía hacerse con respeto dada la importancia de este torero para el país. Pero, sin duda, no hay palabras para calificar el acto de irrespeto en el que se convirtió dicho evento.
Respetable desde todo punto de vista resulta que un alcalde decida no exaltar una actividad determinada, respetable también que una autoridad pública impida el desarrollo de ciertas actividades en algunos espacios y en algunos horarios; respetable que el gobierno local, no apoye o patrocine algunas prácticas; pero bastante discutible resulta que a los de hoy no les guste nada de los de ayer como si la razón de uno fuera suficiente poder para irrespetar las razones de otros.
Cesar Rincón, desarrolló durante años una actividad que para su momento era reconocida como arte y cultura, al punto que era invitado permanente de grandes personalidades artísticas, de la política, de los sectores económicos y demás que querían compartir con él y colocarlo como ejemplo de vida e incluso de resiliencia, razón por la cual el país a través del gobierno exaltaron la obra de Rincón, asunto que también hicieron grandes artistas de la pintura y la escultura.
La estatua de Rincón, no merecía la suerte infligida por detractores de su ejercicio, puesto que Cesar Rincón, jamás ha tenido macula, tanto así que nunca, fue o ha sido calificado de criminal o de delincuente, asunto el anterior entonces que nos coloca en la disyuntiva de preguntarnos por qué era tan necesario eliminar la estatua, pues la permanencia de la misma no hacia ningún daño, ni era indicativa de un ejercicio inmoral, ilegal, delincuencial, simplemente representaba la figura de un hombre que puso en alto el nombre del país, desarrollando una actividad que hoy es controversial.
La eliminación de la escultura se dio en momentos coetáneos a la exaltación del sombrero de quien fuera un comandante guerrillero, y en momentos en que se empieza a hablar de la posible exaltación de la túnica de quien también fuera otro comandante guerrillero.
Que alguien le explique a los colombianos, especialmente a los que se declaran aficionados a la fiesta taurina, por qué ellos no tienen derecho a observar la estatua de alguien que respetan, pero están obligados a reconocer y respetar exaltaciones de objetos de personas que tal vez no eran de su gusto y de las que tal vez no respetaban ni compartían sus actuares ni sus ideas.
Por ahora, nos queda seguir alistando butacas en primera fila para las próximas funciones centrales que de seguro serán presentadas muy pronto.