Revisando los hechos recientes del paro, las marchas, el vandalismo, la crisis económica, he llegado a la conclusión que en Colombia estamos tan polarizados, que solo nos importa definir, si los muchachos que acompañan las marchas actúan por cuenta propia y por convicción, o si por el contrario están adoctrinados, si existen grupos interesados en esas alteraciones del orden público, si las marchas son justas o no, si el ESMAD actúa con exceso de fuerza, si las capuchas son legales, etc.
Es tanto el extremismo, que pareciera obligatorio tener que matricularnos al lado de Petro o al lado de Uribe. También pareciera obligación habitual, el tomar partido con los jóvenes o tomar partido con el gobierno. Existe una exigencia “social” sobre el respaldo a la policía o el respaldo a los marchantes.
Resulta que estamos viendo la forma, pero olvidamos mirar el fondo. Es decir que nos preocupamos por el efecto, pero omitimos mirar las causas.
Y es qué mirando las causas, las razones, la génesis del paro y los motivos de la indignación colectiva, uno llega a la conclusión, que tal vez las maneras no han sido las más ortodoxas, no han sido las más tranquilas, no han sido las más suavecitas, pero las razones, en varios de sus reclamos, son absolutamente justas y totalmente aceptables.
A las razones ya conocidas que dieron al traste con la reforma tributaria, habrá que sumarle algunos asuntos, qué mirados detenidamente, no dejan otra opción que reconocer la justa indignación de los que reclaman, demandan y piden ajustar ciertos asunticos del estado.
Para empezar, vale la pena preguntarnos si tienen razón los marchantes cuando reclaman frente a un estado que exige educación primaria para trabajar como asistente de servicios generales, de la misma manera que exige estudios de bachillerato para ser portero, conductor, secretaria, mensajero. Pero no exige ningún requisito para ser representante a la cámara o senador, quizá por esto, el Congreso tiene una legitimidad cercana al 10%, según las últimas encuestas…
Para explicarme mejor, debo decir, que para ganar 1 salario mínimo hay que demostrar una capacidad académica determinada, pero para ganar varios salarios mínimos no se necesita saber leer ni escribir, basta con tener más de 25 años para representante y 30 años para senador, además de ser ciudadano en ejercicio.
Debemos preguntarnos también, si estos jóvenes tienen razón cuando reclaman frente a un estado que tiene funcionarios con salarios de 73 millones mensuales, como el gerente de Ecopetrol, 37 millones para el gerente de Colpensiones, 34 millones para registrador, contralor, procurador, defensor del pueblo y magistrados, solo por citar algunos ejemplos, mientras tiene al 60% de la población trabajadora, casi ONCE millones de trabajadores, ganando un salario mínimo. Lo mejor del cuento es que en Enero de cada año les sube el sueldo en un porcentaje igual y se predica un aumento que respeta el derecho a la igualdad, como si fuera igual un incremento de $ 1.800.000 mensuales para el gerente de Colpensiones, con un incremento de $ 50.000 para un trabajador de salario mínimo.
Preguntémonos también, si tienen razón cuando preguntan por qué en Colombia el 80% de los cerca de 100.000 soldados que están en las filas de nuestro ejército, provienen de estratos 0, 1 y 2, pero solo el 0.5 % pertenecen a estratos 5 y 6, como si el principal requisito para estar en la fuerza fuera ser pobre, pero pobre de verdad, a la vez que ser rico parece causal de exclusión.
Será que tienen razón, cuando reclaman por un mejor sistema de salud en un país en el que todo el mundo sabe que los hospitales están quebrados, a la vez que los médicos, enfermeras y personal asistencial están sin salarios oportunos y sin regularizaciones laborales adecuadas, mientras que las EPS están multi millonarias, ganándose el 10 % de intermediación, pagando servicios con plazos de 270 días para “trabajar financieramente” la plata, contratando con sus propias redes de servicios, y mientras tanto, para el ciudadano, solo diclofenaco.
El gobierno, los gobernantes, los políticos, las personas públicas, y todos los interesados debemos entender que las protestas no son silvestres, que no florecen de la noche a la mañana, no señores, son la respuesta a muchos años de inconformidad, descontento, frustraciones y fracasos de cada gobierno.
Las maneras de protestar pueden no ser las mas ortodoxas, pero las razones de las protestas son las más justas.
Como dijera Fabio Valencia, “o cambiamos, o nos cambian”.