Hace 200 años con la constitución de 1821 se estableció el sufragio en Colombia. Un sufragio que no era universal, por el contrario, era un sufragio restringido, limitado a los hombres mayores de edad, casados y con propiedades, lo que se llamaba un voto censitario.
En 1853 se deja de lado la condición económica y se establece que pueden votar quienes sean mayores de edad y estén casados, asunto que en 1886 con la nueva constitución sufre un revés, pues nuevamente se establece la condición económica, y además se impone una condición académica, saber leer y escribir, con lo cual teníamos voto censitario y capacitario, asuntos que luego fueron eliminados con la reforma constitucional de 1910.
Tendríamos que decir que la gran reforma al modelo electoral comienza en el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, y se da el 25 de agosto de 1954, a través del acto legislativo número 3 de la Asamblea Nacional Constituyente, por medio del cual se permite que las mujeres participen en la elección de sus gobernantes, lo cual ocurre por primera vez con el plebiscito de 1957, desarrollado en momentos que el país era gobernado por la junta militar presidida por el general Gabriel Paris.
Tuvieron que pasar 130 años para que las mujeres obtuvieran ese derecho, lo cual en gran medida obedeció a la lucha dada al interior de esa Asamblea Nacional Constituyente por dos mujeres que serán referente eterno de la lucha por los derechos de las mujeres, Esmeralda Arboleda y Josefina Valencia.
Una segunda reforma bastante significativa, demasiado diría yo, fue la que se empecinó en promover Luis Carlos Galán y que finalmente fue recogida en el art. 1 de la ley 62 de 1988, el cual dispuso “(…) El artículo 124 del Decreto 2241 de 1986 (Código Electoral), quedará así: Artículo 124. En la elección para Presidente de la República, los ciudadanos votarán con tarjetas electorales que llevarán impresos los símbolos, emblemas y colores de los diferentes partidos o movimientos políticos que participen en las votaciones, con impresión clara del nombre y apellidos del respectivo candidato (…)”. Es decir que se pasó de la “papeleta” a la tarjeta electoral o tarjetón.
Como se ve, el camino a la democracia participativa ha estado lleno de tropiezos y espinas.
No se entiende entonces que después de tantas transformaciones en favor de la universalidad y la democracia, los niveles de abstención sigan siendo tan altos.
Para explicar mejor aquello de la abstención, habrá que decir que en la primera vuelta presidencial de 1994 solo votaron el 34% de los ciudadanos habilitados para participar, y en consecuencia la abstención llego al 66%, siendo la más alta de los últimos 40 años, en tanto que en 1998 en la segunda vuelta presidencial la participación fue del 59.1% mientras que la abstención fue del 40.9 %, siendo la mas baja en igual periodo.
El caso del congreso también resulta bastante diciente de lo que significa esta problemática. En marzo de 2018 se eligieron senadores y de dicho proceso electoral surgen varias consideraciones. La primera es qué de 36.493.318 ciudadanos habilitados para votar, solo participaron 17.818.185, es decir el 48.82%, lo que implica una abstención de 51.18%.
De los 17.818.185 sufragantes, 1.137.133 anularon el voto, lo que indica que no saben votar, o qué sabiendo, no quieren decidir. Adicionalmente 871.444 ciudadanos sencillamente no marcaron el tarjetón. En ese orden de ideas, DOS MILLONES de votos son no contabilizables, porque no deciden nada.
Tal como se ven las cosas, en Colombia no están decidiendo los que votan, están decidiendo los que no votan, pues su ausentismo de las urnas, su abstención de participar permite que menos de la mitad decidan por el 100%.
Estamos a 7 meses de elegir nuevo congreso, nuevas caras en senado y cámara. De la misma manera que estamos a 9 meses de la primera vuelta presidencial.
El país reclama cambios, la nación demanda soluciones, el ciudadano busca bienestar, asuntos los anteriores que se deciden en las esferas de gobierno que se elegirán en algunos meses.
Los cambios que Colombia necesita no se consiguen únicamente con marchas, también se consiguen con gobernantes, congresistas, diputados, concejales y ediles que entiendan su tarea y que se dediquen a construir esta nación, sobre la base de la prosperidad colectiva y no sobre la idea del crecimiento económico de los elegidos.
Todo lo anterior para invitar a los ciudadanos a elegir.
Vote por el que mas le guste, vote por el que usted crea que puede generar el cambio que usted quiere, vote por el que ha demostrado que tiene ideas y experiencia, vote por el que sin haber estado nunca, también es prenda de garantía. En resumen, vote por el que quiera, pero vote, no deje que otros decidan por usted.
La pregunta final es, ¿YA INSCRIBIÓ LA CÉDULA?