Caloto, Cajibío, Morales, Suárez, Corinto, Silvia, Miranda, Caldono, Santander de Quilichao, Páez, Patía y Balboa, tiene en común ser municipios caucanos, pero además, estar bajo asedio permanente por parte de las disidencias de las FARC.
Las vacunas, las extorsiones, los secuestros, los homicidios, el reclutamiento forzado, son tipos penales de ejecución permanente en esa zona del sur del país, donde la muerte de líderes sociales ya es asunto de todos los días.
El Gobierno Nacional es recurrente en decir que no acepta las acciones bélicas, pero de manera casi que coetánea ordena a la fuerza pública, el repliegue de las tropas, dejando las poblaciones a merced de la guardia indígena o de las propias disidencias.
Pésimos mensajes son los que reciben los caucanos cuando la población civil encara a las tropas del Ejército o de la Policía, impidiendo su avance y dando de esta manera ventajas a los guerrilleros que los usan y los utilizan como escudos humanos.
Los colombianos de distintas latitudes, nos preguntamos a qué hora fue que el Ejército y la Policía perdieron el control total del Cauca, pues si bien, ha sido zona tradicionalmente disputada con grupos al margen de la ley, no es menos cierto que ahora es más notorio el avance y la presencia de las guerrillas que en ocasiones lanzan tatucos, otras veces colocan motobombas, es habitual que disparen ráfagas de fusil contra instalaciones policiales o militares, de manera constante hacen emboscadas y de vez en cuando, disparan a helicópteros, demostrando una superioridad militar que no tiene razón de ser, pues, son cuadrillas que no pasan de cientos de uniformados luchando con fuerzas públicas de lejos en muchos superiores en miles y miles de efectivos.
El ministro de la defensa, está demorado para enfrentar de manera decidida a los grupos armados que allí hacen presencia, recuperando el territorio y devolviendo la tranquilidad a los habitantes del Cauca, pues nada explica y justifica su pasividad frente al avance sostenido que han tenido los grupos disidentes.
Datos recientes indican que las disidencias han reclutado un altísimo número de menores, de los cuales 817 son indígenas, entre enero del 2021 y abril del 2024, es decir más de 1 menor por día, lo que en cualquier país sería un escándalo, pero en Colombia se entiende y se explica como parte de la guerra. Una guerra en la que los niños son grandes perdedores.
El tema del reclutamiento forzado de menores es tan dramático y a la vez tan vergonzoso que las disidencias colocaron un centro de reclutamiento en tierras de Toribio, lo que en parte podría explicar por qué solo el departamento del Cauca, aporta el 50% de los menores reclutados en todo Colombia.
En este contexto, habrá que preguntar por qué tantas ONG de derechos humanos que hay en el país, guardan silencio frente a este panorama que es francamente aterrador y profundamente doloroso.
Ministro, haga algo, diga algo, es para una tarea.