Salamina, 200 años de historia, identidad y orgullo caldense

Este 8 de junio, Salamina no solo celebra un aniversario más. Celebra dos siglos de existencia, de historia viva, de cultura que ha trascendido generaciones y de una identidad que enorgullece a los caldenses. El bicentenario de este municipio emblemático no es un evento cualquiera: es una oportunidad para rendir homenaje a una tierra que ha sido cuna de escritores, intelectuales, campesinos nobles, mujeres valientes y líderes visionarios.

Fundada en 1825, Salamina se ha ganado con justicia el título de “La ciudad luz de Caldas”, no solo por su arquitectura conservada con esmero, sino por el brillo intelectual y cultural que ha irradiado desde lo alto de sus montañas. Desde allí han emergido voces y pensamientos que han influido profundamente en la historia del departamento y del país.

Pero los 200 años de Salamina no deben vivirse únicamente desde la nostalgia. También nos invitan a pensar en el presente y a proyectar el futuro. ¿Qué hemos aprendido en este tiempo? ¿Cómo podemos conservar su riqueza patrimonial sin que se convierta en un museo estático? ¿Cómo aprovechamos su legado para generar oportunidades sostenibles para las nuevas generaciones?

En ese camino hacia el porvenir, la figura de la beata Berenice Duque se convierte en un símbolo clave para la proyección turística y espiritual del municipio. Su vida, dedicada a la fe, al servicio y a la enseñanza, ha generado un renovado interés por la historia de Salamina y sus valores. Si se concreta su canonización, el municipio se proyectará aún más como un lugar de peregrinación y encuentro, fortaleciendo no solo su identidad religiosa, sino también su atractivo turístico a nivel nacional e internacional.

No obstante, todo este potencial se ve limitado por un problema que lleva años sin resolverse: el lamentable estado de la vía entre Aranzazu y Salamina. Una carretera que debería ser la puerta de entrada a esta joya del Paisaje Cultural Cafetero, pero que en cambio se convierte en una odisea para propios y visitantes. Hacerle un mantenimiento integral sería el regalo más coherente que podría ofrecer la Gobernación de Caldas en este bicentenario. No se trata solo de pavimento: se trata de dignidad, de conectividad, de impulsar el turismo y la economía de toda la región norte del departamento.

Este bicentenario debe ser un llamado a todos los caldenses para mirar hacia Salamina con ojos más conscientes: para visitarla, sí, pero también para entender su valor simbólico dentro del alma cafetera. En una época donde la memoria parece diluirse fácilmente, celebrar los 200 años de Salamina es también un acto de resistencia cultural.

Hoy, más que nunca, los salamineños abrazan sus raíces con orgullo y con responsabilidad. Salamina no solo representa lo que todavía queda por hacer como región: una tierra que valora la educación, el arte, el trabajo digno y la conexión con el territorio.

¡Feliz bicentenario, Salamina! Que estos 200 años sean apenas el prólogo de una historia aún más grande por escribir.