Incendiario es aquel que se dedica a provocar incendios, aquel que, aun sabiendo las consecuencias de sus acciones, insiste en inflamar la llama para generar fogonazos, fulgores y llamaradas.
Hace muchos años, un humorista de origen uruguayo, de nombre Hebert Castro y conocido como el coloso del humorismo, creó un personaje de mucha recordación, conocido como “peraloca”.
Pues bien, “peraloca” era famoso porque no obstante todas las advertencias que recibía sobre un tema determinado, siempre hacía caso omiso, y los resultados eran más que desastrosos.
Sobre ese asunto, Hebert Castro, retrataba a peraloca con la siguiente perorata, “…se le dijo, se le advirtió, se le recomendó, pero no, no quiso hacer caso y se pasó la advertencia por la faja, y ahí están las consecuencias…”. Así, más o menos así, le pasó a nuestro flamante ex ministro de hacienda.
Se le dijo, se le advirtió, se le recomendó que no presentara una reforma tributaria con medidas tan torpes como el IVA para los alimentos de la canasta familiar básica, que no gravara las pensiones, que no gravara con renta salarios de más de 1.5 millones, etc. Pero no hizo caso, se pasó la advertencia por la faja, y ahí están las consecuencias. Dejó incendiado el país y luego se largó.
Eso de que dejó el país incendiado, parecería extremo, pero desafortunadamente no tiene nada de extremo, por el contrario, es muy real, muy doloroso, muy triste.
El país se levantó contra la reforma tributaria. Empezaron las marchas (hasta ahora más de 1.800 en todo el país), siguieron los bloqueos (se habla de más de 2.200 en todo el país); luego vinieron las destrucciones de muchos locales comerciales, especialmente sedes bancarias. Más adelante se incendiaron muchas estaciones de policía, muchos centros de atención inmediata (cai); se quemaron peajes y se destrozaron casetas de cobro; sedes de medicina legal y palacios de justicia incendiados, buses colectivos del mío Cali destrozados e incendiados; señales de tránsito arrasadas, patrullas y motos policiales incineradas, centros comerciales vandalizados, postes de alumbrado público derribados, semáforos destrozados, daños en las maquinas generadoras de energía de los túneles de la vía al mar entre Cali y Buenaventura. En muchas ciudades, los contenedores de basura han terminado en la basura; se han derribado estatuas y se han dañado monumentos históricos, entre muchos otros daños al patrimonio público y privado.
Se dieron saqueos en almacenes, supermercados, granjas avícolas, granjas porcícolas, sedes bancarias, etc.
El país ha venido observando y sufriendo desabastecimientos en supermercados, plazas de mercado, carnicerías, almacenes, entidades hospitalarias, entre otras.
La leche se está perdiendo en muchas zonas del país, y las empresas del sector lácteo han preferido cerrar, lo que ha conllevado a la ruina de muchos agroindustriales del sector. Solo en el Valle se pierden más de 300.000 litros diarios de leche.
Se habla de medio centenar de personas fallecidas en medio de las protestas (cifras de INDEPAZ), y se señala como responsables a la fuerza pública; la fiscalía reconoce un numero de 129 personas desaparecidas, las que técnicamente se denominan “personas no localizadas”; se reconoce que hay más de mil civiles lesionados. Se habla también de varios policías fallecidos y cientos de policías lesionados por acciones de los protestantes, concretamente de aquellos denominados “vándalos”; se habla de violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos, y lo más grave, se habla de un impedimento estatal para que la CIDH venga al país a verificar las condiciones actuales de derechos humanos en Colombia.
Ese es el panorama del país, después de 30 días de marchas, bloqueos, paros, huelgas, reclamos y malestar generalizado.
Y del que inició el incendio, ¿que sabemos?, nada, solo sabemos que decidió abandonar el barco en momentos en que la tormenta arreciaba con más fuerza y las olas eran de mayor intensidad, de tal suerte que después de salvarse él, poco le importaba lo que ocurriera con el capitán y la tripulación. Incluso, parece que poco le importaba lo que ocurriera con la nave.
Hoy se nota la fatiga generalizada. Por un lado se encuentran los empresarios, los campesinos y muchos trabajadores que piden que los dejen trabajar.
De otro lado están los estudiantes, los jóvenes, los sindicalistas, los inconformes, que piden que los dejen marchar, que los dejen reclamar.
Y por otro lado quienes piden que marchen los que quieran marchar, que trabajen los que quieran trabajar. Pero que unos y otros se respeten y dejen de polarizar.
Marchar y reclamar no puede entenderse como un ejercicio criminal. Pero marchar y reclamar, no implica tener que vandalizar.
Aquí la diferencia solo la hace un gobierno nacional, que sepa escuchar, que sepa dialogar, que dé la razón cuando la tenga que dar, pero que también tenga principio de autoridad.
Estamos hablando que el paro nos cuesta 484.000 millones de pesos por cada día en medio de este caos y de este incendio. Por eso ya se ha perdido poco más del del 1% del PIB del país, en otras palabras, el paro ya ronda los 10.5 billones de pesos.
Es hora de hablar, dialogar, proponer y llegar a un consenso que permita planear la ruta de los próximos años para el país, acorde a las necesidades y expectativas de los ciudadanos, pero bajo un principio de coherencia económica, porque este incendio es mucho lo que ha consumido, y el que lo inició, debe estar cómodamente refugiado en su finca de descanso viendo el despelote que se armó por no escuchar, muy a pesar, que se le dijo, se le advirtió, se le recomendó.