Mientras Estados Unidos tiene una población de 331.449.281 habitantes, Colombia tiene 51.049.498 habitantes. Así las cosas, el país del norte es 6.6 más habitado que el nuestro.
Mientras Estados Unidos presenta una tasa de vacunación del orden del 75%, que en todo caso es inferior a las tasas de Israel, Emiratos Árabes, Chile, Bahréin y Reino Unido; Colombia escasamente pasa del 15% entre primeras y segundas dosis.
El panorama de vacunación en nuestro país es desalentador y preocupante, pues, aunque el viceministro de salud Alexander Moscoso, en diciembre pasado nos dijo que el país estaba listo para aplicar diariamente 177.200 dosis de vacunas contra la COVID 19, la verdad es que, en 90 días, contados desde la aplicación de la primera vacuna en Colombia, el 18 de febrero, a la fecha, el promedio es de 88.888 vacunas diarias, y eso que en los últimos días hemos tenido jornadas de hasta 180.000 dosis aplicadas en un solo día.
Se ha dicho desde siempre que para alcanzar la inmunidad de rebaño tenemos que llegar a por lo menos el 70% del total de la población, es decir, unos 35 millones de habitantes, y hoy, escasamente vamos en 8 millones, es decir que estamos en el 23 % de la meta, aunque estemos en el 16% del total de la población.
Una de las grandes preocupaciones que tenemos, es que la vacunación aún no llega a menores de 60 años y mucho menos a los menores de 50 que están en la última fase del programa nacional de vacunación.
Esa preocupación se explica en el hecho mismo que la pandemia, que en principio se creía que solo afectaba a adultos mayores, ahora es mucho más agresiva con las personas que se ubican en edades cercanas a los 50 años e incluso menos.
Ha de ser por eso que se ha puesto de moda el turismo de inmunidad.
Mientras que en Colombia se están vacunando los mayores de 60 años, en Estados unidos ya vacunan a mayores de 16 años, no importa la nacionalidad, no importa el estatus migratorio, no importa si es habitante, nacional, residente o simplemente un visitante.
Mientras aquí no llegan las vacunas de manera oportuna, allá tienen suficientes para los americanos y para los extranjeros.
Una maravilla, dirán algunos. Una generosidad, dirán otros. Una dicha, dirán las tías. Una berraquera, dirán los paisas. Un gran negocio, digo yo.
La vacuna implica pasajes en avión, donde los americanos son dueños o socios de las aerolíneas. Implica transporte en taxis, conducidos y propiedad de ciudadanos americanos. Implica desayunos, almuerzos, comidas y snacks, en restaurantes de americanos. Puede implicar alojamientos en hoteles, mínimo 3 noches, que también son propiedad de americanos. Puede implicar compras en almacenes y outlets, que son de inversionistas americanos. Puede implicar la compra de sim card de compañías americanas. Lo mejor de todo es que todos los servicios referidos, pagan tributos al gobierno americano.
Una vacuna que a los sumo cuesta 40 dólares, termina costando no menos de 800 dólares que ingresan a la economía de los Estados Unidos.
La pregunta es muy simple, ¿no hubiera sido más fácil, permitir que firmas muy serias ofertaran, vendieran y aplicaran esas vacunas en Colombia?, incluso con tarifas superiores de ser necesario, pues en todo caso, saldrían mucho más favorables y tendrían menos dificultades, pues hoy, por ejemplo, no pueden acceder a estas vacunas, los que, teniendo el recurso, no tienen la visa.
Firmas serias y de reconocida idoneidad como las cajas de compensación o las propias clínicas se podrían haber encargado de ofertar públicamente las vacunas, para que los ciudadanos que hoy están viajando al norte se aplicaran las mismas en nuestro país.
El proceso en Colombia avanza a un ritmo lento, al punto que, de mantenerse en las 88.888 vacunas diarias, y teniendo en cuenta que son dos dosis por persona, estaríamos llegando a la cifra mágica de 35 millones en abril del 2023, pero si mantenemos el ritmo de 180.000 por día, lo estaríamos haciendo en marzo del 2022, eso sí, vacunando sábados y domingos.
Mantener el actual ritmo de vacunación, y sostener como política de gobierno la imposibilidad de adquirir vacunas para ofertarlas públicamente, es someter a poblaciones jóvenes a que el virus venga por ellos en cualquier momento, y lo peor, que venga también por grupos familiares.
Por lo dicho es que resulta entendible el turismo de inmunidad, lo que resulta difícil de entender, es que el gobierno insista en impedir la oferta pública de las vacunas, pero entienda que sus connacionales puedan acceder a las mismas y aplicárselas en otros países.
Un poco de hipocresía en lo que viene ocurriendo.
Mientras tanto sigamos con el turismo de inmunidad.