Se robaron un trapo

El robo de un trapo por parte de unos hinchas del Junior a seguidores del Nacional fue el detonante para que se iniciara una batalla campal que dejó un saldo de 45 personas heridas con puñal, es decir 45 apuñalados.

Esos “trapos”, son trofeos de guerra conquistados por las hinchadas opositoras que se quedan con las banderas del otro equipo, las que después de estar en su poder usualmente son quemadas o destrozadas, con lo cual no hay una apropiación económica que tenga sentido, sino una afectación moral para la barra agraviada, lo que comúnmente implica disputas y peloteras que conllevan lesionados, y en muchas ocasiones muertos.

Según se ha dicho, el robo del trapo fue perpetrado por hinchas del equipo visitante, ante lo cual se dio una reacción inmediata por los agraviados, en este caso hinchas del Nacional.

Al momento de los incidentes, el Nacional ganaba el partido por 2 goles a 0, no obstante la DIMAYOR determinó que el equipo local era perdedor, declarando vencedor al Junior. Así como se lee, el equipo que ganaba en la cancha 2 a 0 perdió en el escritorio 0 a 3.

Lo ocurrido no tendría nada de raro si no fuera por un hecho bastante simple, la reyerta se inició por parte de la barra del equipo beneficiado con el resultado final, en tanto que el equipo afectado con la perdida de los puntos es el mismo equipo afectado con la pérdida del trapo.

El antecedente fijado por la DIMAYOR es realmente aterrador, pues convoca a los barristas visitantes a que definan en el escritorio el resultado de los partidos. Basta con armar una gresca y ya sabemos lo que sigue. Una sanción “ejemplarizante” para el equipo de la plaza, al que le imputan no haber tomado todas las medidas conducentes a evitar, prevenir o controlar este tipo de actos que ponen en riesgo la seguridad del espectáculo.

No nos digamos mentiras, la decisión fue torpe, por más que hubiera tenido aparente sustento legal, pues si bien Nacional no merecía los puntos, Junior muchísimo menos, aquí lo justo y adecuado hubiera sido sancionar a los dos equipos, máxime cuando el ganador de los puntos era claro perdedor del juego. Bien diferente hubiera sido que los de Nacional empezaran la gresca, o que Junior fuera ganando.

Lo más preocupante de la decisión, es que se sanciona el talento y el juego, por un error o falla administrativa, lo que debería implicar una sanción administrativa no una sanción deportiva, pues el antecedente fijado conduce a que los barristas visitantes de un juego de final tengan la posibilidad inmensa de resolver el campeonato, no por la vía de los goles, sino por la vía de los golpes.

La DIMAYOR se acordó que Nacional era responsable de la seguridad del espectáculo, pero olvidó que el art. 84 numeral 2, de su código disciplinario único dispone que “Los clubes que hagan las veces de visitante serán responsables de la conducta impropia de los espectadores considerados como sus seguidores, de conformidad con el grado de culpabilidad que se logre establecer”.

Habrá que decir por demás que ese invento legal de encargar la seguridad interna de los espectáculos, en este caso de un partido de futbol, al equipo de la plaza, es una clara muestra del desconocimiento generalizado que implica el control de una aglomeración que vibra en torno a las emociones. Si para la policía resulta en ocasiones difícil controlar a los asistentes, imagínense como resulta este encargo para un muchacho que llaman a trabajar en un turno de logística.Tal como van las cosas, el fútbol ya no necesita goleadores para ganar los partidos, necesita quien se atreva a robarse un trapo.