Muchas veces me he preguntado cómo es la vida de las familias donde no convive una mascota. La razón de mi pregunta es simple, un perro, un gato, incluso un pez, cambian la vida de las familias.
Desde niño, y dado mi origen campesino, siempre hemos tenido animales de compañía, generalmente perros criollos, y por mi experiencia con esos animales, he de afirmar que no solo son los más leales, sino también los mejores maestros.
Los animales de compañía, en ocasiones conocidos como “mascotas”, son indudablemente parte de la familia, parte del día a día de los hogares, de hecho, en muchas casas son la única compañía, especialmente en hogares mononucleares, es decir, aquellos donde solo habita una persona, como un estudiante, un divorciado, un viudo, o simplemente el que decidió hacer de la soltería un modo de vida.
Tener un animal de compañía implica una disposición total al aprendizaje, pues son muchas las clases de nobleza, paciencia, confianza, que estos seres sintientes nos dispensan.
En mi caso personal, desde siempre he tenido animal de compañía, en mi casa rural nunca faltó y desde que vivo en la ciudad, muchísimo menos. El primero de todos me lo regaló mi madre, al que ella misma llamó “inquietud”, un bello perrito que me dejó dos enseñanzas; el amor que se puede recibir desde un animal, y el dolor que se siente cuando un niño ve a su mascota atropellada por un vehículo que pasa veloz por el frente de la casa.
Después tuvimos a “Negro”, “Tarzán”, “Diablo”, “Luna”, “Bianca”, “Chechi” y actualmente “Tony”. Todos criollos, todos adoptados, ninguno con pedigree.
La historia de tony es bastante simple. Nació de una madre criollita que tuvo una camada generosa, por lo que su dueña, una mujer campesina de mi vereda natal, empezó a repartirlos entre los vecinos, llegando a nuestra casa un animalito diminuto, lleno de pulgas, bastante flaco y con pocas esperanzas.
Mi madre decidió cuidarlo con cariño, le empezó a dar tratamientos veterinarios, suplementos nutricionales, limpiezas permanentes. En resumen. Le empezó a dar amor.
Tony se recuperó y se empezó a meter en la casa, se empezó a meter en la sala, se empezó a meter en la cocina, pero, sobre todo, se empezó a meter en el corazón de la familia.
Con habilidad asombrosa. Tony enamoró a los niños, los hizo parte de su vida y se hizo parte de la vida de ellos, por lo que se volvió innegociable que se trasladara de la vereda a la casa, asunto que me pareció apenas entendible, pues de niño también quería tener mi propio perro, mi propio amigo.
Hoy, no hay un solo día, en el que Tony no empiece su jornada saludando a cada miembro de la familia, no hay una sola mañana en que no despida a cada persona de la casa que se va a estudiar o a trabajar, no falla recibiendo amablemente a los que regresan de sus actividades y siempre, siempre, siempre, está listo para ver los partidos o las series que veamos en familia.
Tener un animal de compañía es la cosa más maravillosa que puede hacer una familia, es tener un amigo que nos ama y que nos da felicidad. Por eso siempre me pregunto ¿cómo es la vida de las familias que no tienen perro, gato o mascota?