Recientemente, una nota periodística informó al país sobre las declaraciones del dirigente, Eduardo Dávila, socio mayoritario de Unión Magdalena y del cual dicen que es «dirigente deportivo», lo cual dudo con toda sinceridad.
En entrevista con un canal de televisión, el señor Dávila fue tajante al afirmar que “el fútbol no es para mujeres”. Incluso fue más allá: argumentó que, debido al exceso de fuerza en el contacto físico, las mujeres deberían dedicarse a disciplinas “más femeninas” como el tenis, el pádel o la natación. Según su peculiar “lógica”, cabría preguntarse qué opina entonces de los hombres que practican precisamente esos deportes.
Las palabras del señor Dávila habrían tenido bastante eco y quizá hasta aprobación en la Colombia de mediados del siglo pasado, cuando el machismo y una noción mal entendida de hombría relegaban a las mujeres a un papel secundario. En aquella época, las mujeres no podían votar, ni estudiar libremente, ni aspirar a cargos de elección popular. Los clubes sociales eran territorio exclusivo de los hombres, y ellas solo podían entrar acompañadas por sus esposos o sus familias. Para colmo, la nomenclatura del momento las marcaba como propiedad de alguien, pues su nombre se acompañaba con un “de” seguido del apellido del marido. Y si enviudaban, pasaban a ser “viuda de…”.
En esa Colombia, el señor Dávila habría sido considerado un príncipe. Pero en la Colombia de hoy, sus declaraciones resultan arcaicas, ofensivas y desfasadas. Porque hoy, como nunca antes, las mujeres han demostrado una capacidad inmensa en todos los sectores.
En la política, lideran ciudades y departamentos con conocimiento, compromiso y resultados. En las artes, son nuestras más brillantes exponentes a nivel internacional. En el mundo empresarial, muchas empresas están bajo la dirección de mujeres que no solo han salido adelante, sino que hoy son ejemplo global. En la ciencia, nos representan con orgullo. Y en el deporte, han dejado en alto el nombre del país en competencias del más alto nivel, incluyendo los Juegos Olímpicos.
Entonces, ¿qué es o qué será lo que realmente le molesta al señor Dávila? ¿Qué lo inquieta? ¿Qué lo incomoda?
Porque si miramos el cambio de paradigma en Colombia y en el mundo, está claro que las mujeres hace tiempo demostraron con datos, con hechos y con logros que son increíblemente inteligentes, responsables, comprometidas y capaces.
No podemos permitirnos retroceder ni dar espacio a opiniones “graciosas” sobre temas que ya están superados. Decir que el fútbol no es para mujeres es tan absurdo como decir que los hombres no cocinan, no tienden la cama o no cuidan plantas. Esas ideas quedaron atrás.
Las tareas o deportes no definen el género ni la valía de una persona.
¿Qué tal si el mencionado dirigente se da una vueltica por un puerto de carga y ve a mujeres al volante de tractocamiones que él mismo no sería capaz de encender? ¿O si visita TransMilenio y observa a mujeres conduciendo articulados con destreza? ¿O si se adentra en un cafetal o un cañaduzal y ve a mujeres recolectando café o cortando caña bajo el sol inclemente?.
Que se asome también a un club donde las mujeres juegan billar sí, ese deporte que antes era “exclusivo” para hombres, o que se quede a ver una carrera de ciclismo en la que muchas mujeres superan a los hombres con creces. Y, sobre todo, que se acerque a un estadio para presenciar el nivel, la técnica y la pasión con la que juegan estas jóvenes, que en muchos casos superan a los propios jugadores del Unión Magdalena.
En Colombia, algunos líderes de barras luchan cada día por promover la fiesta del fútbol en paz. Sin embargo, tras bambalinas, parece que algunos dirigentes disfrutan de esas vergonzosas escenas protagonizadas por hinchas y jugadores tras cada encuentro. No es casualidad que precisamente los seguidores del equipo del señor Dávila quien promueve el machismo en este deporte hoy ocupen titulares por actos bochornosos como los del domingo pasado contra el Once Caldas. ¿Será en esos escenarios donde el señor Dávila considera que el fútbol SI tiene cabida?
Para terminar, basta con recordarle al cuestionado dirigente que hoy en el mundo hay más de 20 millones de mujeres que practican fútbol, y que el 10 % del cuerpo arbitral en el planeta está compuesto por mujeres. Mujeres que, al igual que las jugadoras, no dejarán de ejercer su profesión por comentarios tan absurdos como los suyos.
Ellas, seguramente, ni se inmutan con posturas tan cavernícolas, que en lugar de generar indignación, causan risa y un poco de lástima. Lástima por aquellos hombres que aún creen que su género los hace superiores.
Señor Dávila, le guste o no, EL FÚTBOL SÍ ES PARA MUJERES.