No acabo de entender por qué en nuestro país ha hecho carrera que, frente a ciertos fenómenos, actuares, o comportamientos de carácter particular, se recurra a la generalización, la pluralización, la universalización, lo cual merece una reflexión seria en frente de estos comportamientos.
Las redes se han convertido en el instrumento más eficaz para lograr que lo que hacen algunos miembros de algunas organizaciones o profesiones, se vuelva automáticamente responsabilidad de todos.
Hace algunos meses, de manera lamentable y desventurada un grupo de militares abusó sexualmente de una niña perteneciente a una comunidad indígena del departamento de Risaralda, asunto el anterior que merece repudio absoluto, por lo abominable y execrable del actuar de aquellos hombres con camuflado, pero fueron 8 o 10 los detestables autores del acceso carnal abusivo.
No obstante que los autores responsables del delito sexual eran 10, las redes sociales y el país “opinador” destrozaron el nombre del Ejército de Colombia y de paso de todos los demás miembros de fuerza publica alguna ( armada, fuerza aérea, policía), omitiendo con sus ligeras opiniones que el Ejército de Colombia cuenta con 230.000 efectivos que luchan día a día por mantener el orden público, enfrentando bandas criminales y de narco traficantes, demostrando que los detestables 10 miembros no representan los heroicos actos de la gran mayoría.
Igual ocurre cuando uno o dos o tres magistrados, o algún juez, resultan involucrados en penosos escándalos asociados a la administración de justicia. Con toda seguridad que no falta el administrador de justicia que no entienda la importancia de su papel en la sociedad, que es justamente desatar controversias legales y sociales, en las que el ciudadano necesita tener fe y confianza. Pero no son todos los magistrados, tampoco son todos los jueces, son algunos, no son todos. En Colombia hay aproximadamente 5.500 jueces, por ello me resisto a creer que los errores de unos pocos autoricen a los “opinadores” de las redes para señalarlos a todos.
Ha sido igualmente desafortunado y criticable desde cualquier óptica el actuar de algunos policías que de manera imprudente y si se quiere dolosa han dado lugar a que con su actuar pierdan la vida ciudadanos que no merecían esa suerte. Me refiero puntualmente al caso de Dilan Cruz en Bogotá, el cual perdió la vida en acciones del ESMAD; lo mismo ocurrió cuando el uso, al parecer excesivo, imprudente y descomunal de una TASER (arma supuestamente no letal), dio lugar a la muerte del abogado Javier Ordóñez.
En Colombia tenemos 147.000 policías, una cifra que no es menor, pero ahora, las redes y los “opinadores de oficio” han convertido a la Policía (147.000 miembros) en la peor entidad del país, los señalan de hampones, delincuentes, bandidos, criminales, asesinos, y cuanto sinónimo descalificativo se les pueda asignar.
Será que los actos imprudentes, errados, torpes y si se quiere dolosos de algunos, permiten inferir calificativos generalizantes para todos?. No creo, no estoy de acuerdo, la gran mayoría de los policías que conozco son trabajadores, responsables, comprometidos, entregados. Los actos malos de algunos, no los hacen malos a todos.
En mi vida he escuchado en dos ocasiones de condenas a sacerdotes por delitos sexuales, lo cual me convoca a no generalizar. La gran mayoría de sacerdotes que conozco son buenos.
He escuchado de sanciones a profesores, lo cual no me permite generalizar, la gran mayoría de profesores son profesionales entregados y comprometidos.
Conozco casos de taxistas que han tenido mal final. Pero no por ello puedo generalizar, la gran mayoría son excelentes personas.
Nos podríamos quedar revisando profesión por profesión y la conclusión es que en todas partes hay excepciones, pero son eso, las excepciones, no la regla general.
Los invito a no callar, pero tambien los invito a no generalizar.