Exactamente hace un año, el 14 de junio de 2024, el Congreso de la República le falló al país y, tal parece, también al Estado de derecho. En medio de un trámite atropellado, con ausencia total de un debate serio y riguroso tal como lo ameritaba la importancia del asunto, se aprobó una reforma pensional más motivada por intereses políticos que por el bienestar de los colombianos. Aquel día, las formas jurídicas fueron sacrificadas por el afán de mostrar resultados al gobierno de turno, sin importar que esos resultados comprometieran el futuro de millones de jóvenes.
Hoy, un año después, la historia nos da la razón. La Corte Constitucional, con una decisión unánime y ejemplar, ordenó devolver la reforma pensional a la Cámara de Representantes por evidentes vicios de procedimiento. Se confirma así que no se puede construir un país con atajos, ni transformar su estructura social a punta de pupitrazos.
Muchos daban por sentado que esta reforma ya era un hecho, pero las instituciones siguen funcionando, y la Corte ha recordado que el respeto por el trámite legislativo no es una formalidad vacía, sino una garantía para todos los ciudadanos. Si una reforma es buena, debe sostenerse en el debate. Si no puede resistirlo, entonces no es buena para Colombia.
La Corte encontró que la Cámara no hizo el debate, como lo ordena la Ley 5ª; simplemente se limitó a “acoger” el texto del Senado, con lo cual votaron sin haber leído y aprobaron con total desconocimiento del texto sometido a discusión.
En los próximos días, y por mandato de la Corte, la Cámara tendrá la oportunidad y el deber de hacer las cosas de la manera adecuada: con respeto por las normas y con apego al deber de debatir. Estaremos ahí, como siempre, vigilantes, dispuestos a leer, revisar, debatir y corregir. No porque se trate de una lucha personal, sino porque también soy padre, tío y abuelo. Porque quiero que las próximas generaciones hereden un país con oportunidades reales, no con promesas impuestas a la fuerza.
Con toda seguridad, habrá que decir que algunos temas son importantes y necesarios, pero otros son altamente lesivos, especialmente para los jóvenes, y por tanto son innecesarios, además de dañinos para su futura calidad de vida.
Esta pelea no es por nosotros. Es por todos los que vienen detrás.